De representantes a millonarios: la metamorfosis de los líderes de UPCNBA

“Para ellos todo, para los afiliados ni justicia”. Así definen su presente cientos de trabajadores estatales bonaerenses afiliados a UPCN Seccional Buenos Aires (UPCNBA), quienes denuncian una conducción gremial totalmente desconectada de la realidad que padecen los empleados públicos.

Paritarias de hambre, vidas de lujo

Este año, los aumentos salariales negociados por UPCNBA se resumen en un vergonzoso 10% en dos cuotas, sin contemplar junio y sin claridad sobre el básico de marzo. A esto se suma la ausencia total de aumentos en diciembre, enero, febrero, abril y junio, lo que confirma, para muchos, que se trata de la peor conducción gremial en años. (Todo esto daría un básico promedio de 150.000 pesos)

Mientras tanto, la cúpula sindical se mueve en otra dimensión. La secretaria general Fabiola Mosquera, quien ya sería conocida entre los afiliados por su estilo de vida opulento: viajes a Europa, una casa con pileta y dos plantas, alojamiento en hoteles lujosos y chófer personal con camioneta Bronco

Pero no está sola. El tesorero Héctor Nieves, sindicado como el cerebro detrás de múltiples negociados en ministerios y en los Centros de Formación Laboral (CFL) de la CGT, y su esposa Mariela Rodríguez —Secretaria Administrativa del gremio— se estarían dando la gran vida: celebraciones de cumpleaños de lujo en el camping del gremio, sueldos como ñoquis en la DGCyE, y Navidades soñadas en playas de arena blanca, desde el Caribe hasta Dubái.

Farmacias, casas en barrios cerrados y más

Otro nombre que no pasa desapercibido es el del subsecretario de Acción Social, Marcelo Dipp, quien maneja la farmacia del gremio y, según denuncias internas, se habría convertido en propietario de varias farmacias gracias a turbios manejos con medicamentos.

Por su parte, el Secretario Gremial Juan Pablo Martín Oyarzabal habría dejado atrás los alquileres y se habría mudado a un exclusivo barrio privado, en plena escalada de lujo y poder.

 Afiliados al límite

Mientras tanto, miles de trabajadores del Estado bonaerense afiliados a UPCNBA luchan para llegar a fin de mes, sin voz ni voto en las paritarias que se negocian a espaldas de las bases. El enojo crece, y la distancia entre dirigentes y afiliados ya no es simbólica: es un abismo real marcado por paritarias miserables, falta de consulta y una impunidad que indigna.

Pero no es solo la dirigencia la que está en deuda: los servicios que el gremio brinda a sus afiliados están en caída libre. Cada vez hay menos prestaciones, más restricciones y denuncias de discriminación en todos los ámbitos.

Según denuncian afiliados al gremio, para hacerse un simple análisis bioquímico, ahora hay que pagar un adicional; las ambulancias solo cubren enfermería básica. El camping de Arana está en estado de abandono, al punto de que se suspendió un plenario que iba a contar con la presencia del gobernador Axel Kicillof, no solo por el deterioro del predio sino también por la floja convocatoria de la propia conducción gremial.

Además, denuncian qué, la línea de créditos es mínima y limitada, y en verano estalló la indignación cuando discriminaron a un niño con discapacidad en la inscripción a la colonia, una colonia que ya arrastraría múltiples denuncias por maltratos y negligencias. La lista de reclamos no se detiene: mala atención, falta de representatividad, y un gremio que ya no escucha a quienes dice representar.