Presión callejera
VIDEO | El sindicato gastronómico UTHGRA de La Plata señaló sueldos bajos y empleo no registrado
7 de Diciembre de 2025
Según el medio Primera Página, el gremio gastronómico UTHGRA La Plata salió a la calle y apuntó directo contra dos locales “top” del centro: la heladería La Sorbetiere, en 14 y 54, y el restaurante de la plaza Islas Malvinas, en 19 y 50.
La acusación es tan concreta como incómoda: sueldos de miseria, personal en negro y una negativa constante a regularizar a nadie. Nada de interpretaciones poéticas: el gremio dice que ahí se está explotando gente.
El sindicato asegura que antes de sacar los bombos y los carteles intentó lo obvio y aburrido: llamar por teléfono. “Agotamos todas las instancias antes de llegar a esto”, dijo el nuevo titular de la entidad, desde la sede de calle 2 entre 42 y 43. Después disparó sin filtro: “Muchos dueños de comercios de gran facturación están acostumbrados a ningunear a los trabajadores y al sindicato. Con nosotros, las cosas no serán así”. Entre líneas se lee un mensaje simple: se acabó la modorra.
La conducción sindical renovada —encabezada por el secretario general, Ezequiel Eseiza, y el secretario gremial, Nicolás Tapia— mostró los dientes desde el día uno. Llegaron con la promesa de enfrentar a los empresarios que facturan como si vendieran oro y pagan como si repartieran estampitas.
El escrache de hoy fue su debut fuerte en la avenida: ruidoso, público y muy incómodo para quienes están acostumbrados a que nadie les marque los límites.
El operativo surtió efecto. La presión callejera consiguió lo que meses de llamados fantasma no lograron: la confirmación de que ambos comercios recibirán a los representantes de UTHGRA la próxima semana.
También habrá una reunión con autoridades municipales, que tuvieron que subirse a la escena ante el ruido creciente. La ecuación es vieja pero funciona: cuando los trabajadores se mueven juntos, la inercia empresarial se derrite como helado al sol.
Al final de esta historia hay un video que captura la esencia del momento: organización, bronca, disciplina y un sindicalismo que volvió a creerse capaz de doblar brazos poderosos. Esa clase de evidencia que recuerda una verdad sencilla: en la calle, la ley pesa más que cualquier apellido. Y cuando los trabajadores presionan en serio, hasta los millonarios más testarudos atienden el teléfono.
